
Los estudiantes universitarios inician por fin sus vacaciones de invierno. Después de semanas de evaluaciones, trabajos finales y agotamiento acumulado, el tan merecido descanso llega como un alivio. Pero mientras cierro el semestre, no dejo de preguntarme cuánto de ese esfuerzo individual está siendo respaldado por un país que invierte realmente en el desarrollo de su gente. Lo que debiera inquietarnos como sociedad es si estamos formando el capital humano que Chile necesita para los desafíos que ya tenemos encima.
Y uno de esos desafíos, quizás el más silencioso, es que se nos acaba el bono demográfico. El Censo 2024, cuyos primeros resultados se publicaron en marzo de 2025, mostró una fecundidad en picada (1,97 hijos por mujer) y un crecimiento sostenido del envejecimiento. Más del 14 % de la población tiene hoy más de 65 años. Menos nacimientos, más hogares unipersonales, más adultos mayores que viven solos, y todo esto en un país al que todavía le queda trabajo en materia de educación, salud y cuidados.
El bono demográfico, ese valioso periodo de tiempo en que la población en edad de trabajar es proporcionalmente mayor, no duró para siempre. Era una ventana de oportunidad para crecer, para invertir en el desarrollo de las personas, para generar bienestar, sin embargo, como ha advertido el Banco Mundial, Chile no supo aprovecharlo. En su último Índice de Capital Humano (2024), el país alcanzó un puntaje de 0,65 sobre 1 (un tímido avance desde 2010). Es decir, un niño o niña que nace hoy en Chile solo alcanzará el 65 % de su potencial productivo si la educación y la salud siguen funcionando como hasta ahora. Años de escolaridad tenemos (13 en promedio), pero lo que falta es aprendizaje real, equidad territorial y conexión con un mercado laboral cambiante. De acuerdo con el Banco Mundial (2020) “Un niño en Chile puede esperar completar 13,2 años de escolaridad, pero ajustado por calidad del aprendizaje, eso equivale a 9,3 años efectivos.”
A esto se suma otro problema que arrastramos hace décadas y que sigue sin solución estructural: la desigual participación de las mujeres en el mundo del trabajo. Según el INE, la informalidad y la inactividad laboral femenina siguen afectando con más fuerza a quienes asumen responsabilidades de cuidado. ¿Cómo vamos a sostener una sociedad más envejecida si seguimos relegando el cuidado a los hogares, especialmente a las mujeres, sin redes de apoyo ni corresponsabilidad real?
Chile envejece sin haber asegurado un sistema de cuidados, sin haber garantizado calidad educativa para todos, sin haber protegido adecuadamente la salud mental de niños, niñas y adolescentes, y sin haber construido trayectorias laborales dignas para quienes, como tantas mujeres, trabajan sin contrato, sin previsión y tristemente sin reconocimiento. El bono demográfico se nos fue. Y lo que hicimos con él, o lo que no hicimos, marcará nuestro futuro. Ahora no se trata de lamentar el paso del tiempo, sino de entender que el capital humano no se improvisa ni se hereda, se construye con políticas públicas serias, intersectoriales, sensibles a las desigualdades, y pensadas para TODAS las etapas de la vida.
Hoy que los escolares están próximos a regresar a sus salas, vale la pena preguntarnos: ¿qué país les estamos dejando? ¿Uno donde vivir más será sinónimo de más soledad, más carga y más desigualdad, o uno donde cada año vivido, cada persona cuidada, cada estudiante acompañado, sea una inversión social con sentido?
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