Formación vinculada para un mundo VUCA

La formación académica vinculada con el entorno se ha convertido en un desafío ético y estratégico para las instituciones de educación superior (IES) contemporáneas. Ya no basta con transmitir conocimiento disciplinar, las IES hoy realizamos esfuerzos para situar nuestro quehacer en diálogos con los territorios, reconociendo que los problemas sociales, ambientales y productivos son espacios legítimos de aprendizaje y transformación. Luego, la vinculación con el medio (VcM) permite que la educación se reoriente hacia la creación de valor público, fortaleciendo la pertinencia, la bidireccionalidad y la responsabilidad social universitaria como ejes de una ciudadanía crítica y comprometida.

En esta dinámica, nuestros estudiantes dejan de ser receptores pasivos del conocimiento y se transforman en agentes de cambio. Al interactuar con comunidades, empresas o gobiernos locales, aprenden a integrar teoría y práctica, a pensar desde la complejidad y a desarrollar competencias de innovación, empatía y liderazgo colaborativo. La VcM se convierte entonces en un espacio donde la formación profesional se entrelaza con el compromiso ético y la sensibilidad ante la diversidad de realidades del país. Como docentes, asumimos el rol de mediadores del aprendizaje situado, diseñando experiencias significativas, conectando saberes académicos con conocimientos locales, fomentando procesos de co-construcción. Ello demanda capacidades pedagógicas, investigativas y sociales que rompen la lógica del aula tradicional y promueven la reflexión crítica sobre el impacto del conocimiento en la vida real, buscando contribuir a una universidad más abierta, relevante y comprometida con su entorno.

Hoy, el sistema universitario está mandatado a sostener esta visión mediante políticas, estructuras y mecanismos que valoren la VcM como función sustantiva. Esto implica avanzar hacia una mayor integración, fortalecer el reconocimiento de las acciones de vinculación dentro de las trayectorias académicas, y promover sistemas de evaluación que valoren su calidad y contribución. Es así como en un mundo globalizado y digital, la universidad se convierte en un nodo articulador de redes de innovación social, que produce conocimiento aplicado y fortalece capacidades territoriales.

En este contexto, el nuevo entorno VUCA (Volátil, Incierto, Complejo y Ambiguo) plantea desafíos inéditos. La aceleración tecnológica, la crisis climática, el entorno laboral y la polarización social demandan una educación flexible, resiliente y adaptativa. Estudiantes, docentes e instituciones deben aprender a aprender continuamente y a trabajar en incertidumbre cooperando intersectorialmente. La clave no será anticipar el futuro, sino construirlo colectivamente, fomentando el pensamiento crítico, la agilidad cognitiva y el compromiso ético-social.

En consecuencia, una formación académica vinculada con el entorno es un potente vehículo para que la universidad del futuro reafirme su rol en tiempos de cambio. Conectada con la realidad, la educación seguirá siendo el motor de esperanza y transformación social, capaz de formar ciudadanos que no solo comprendan el mundo, sino que contribuyan activamente a mejorarlo.

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