

Marco Antonio Pinto. Ex director del diario El Mercurio de Valparaíso y quien fuera también director de El Diario Austral de La Araucanía por 14 años. Profesor de Estado en Pedagogía en Castellano de la Universidad Católica del Norte, Antofagasta; Periodista, Universidad Católica del Norte, Antofagasta. Es miembro de la Academia Chilena de la Lengua, correspondiente a la Real Academia de la Lengua,
Observo cómo pasan los días. Ello me conduce a reafirmar mi visión pesimista y escéptica de este tiempo. Me refugio en mis viejas y nuevas lecturas y en mis amados autores. Por ejemplo, cuando se ha meditado mucho sobre el hombre, por oficio o por vocación, suele acontecer que sienta uno nostalgia de los primates. Ellos no tienen segundas intenciones.
O, para abundar en cuanto a la historia, aquello de ¿sabía usted que en mi pueblo, durante unas represalias, un oficial alemán pidió cortésmente a una buena vieja que ella misma escogiera a cuál de sus dos hijos fusilar como rehén? ¡Imagínese escoger eso! ¿Este?, No, aquél. Y verlo partir.
O esto verdaderamente cruel: conocí una vez a un corazón puro que se negaba a desconfiar. Era pacifista, libertario, y amaba con un solo amor tanto a la humanidad entera como a las bestias. Era evidentemente un alma escogida. Pues bien, durante las últimas guerras religiosas de Europa, se retiró al campo. En la puerta de su casa puso un rótulo que decía: “Venga de donde venga, entre y sea bienvenido” ¿Quién cree usted que aceptó esa bella invitación? Unos milicianos que entraron como a su propia casa y lo destriparon.
Y calza a la perfección aquello de no crea que sus amigos van a telefonearle todas las noches, como debieran hacer, para averiguar si precisamente esa noche ya decidió usted suicidarse, o bien sencillamente para preguntar si quisiera tener una compañía o salir a pasear.
Y en contenido similar: una vez me contaron de un hombre cuyo amigo había sido encarcelado y que se acostaba todas las noches en el suelo de su cuarto para no gozar de una comodidad que había sido retirada a su amigo. ¿Quién, mi estimado señor, va a acostarse en el suelo por nosotros?
Ustedes excusarán mi porfía, pero no dejo de pensar en Antonia cuando observo las cosas de este mundo. Antonia Barra. Y debe agregarse ahora a Ámbar, 16 años, asesinada y descuartizada.
Y mi autor de hoy: créame, las religiones se engañan desde el instante que hacen moral y que fulminan mandamientos. Dios no es necesario para crear la culpabilidad ni el castigo… he conocido lo peor que hay, el juicio de los hombres… por eso el crimen siempre encuentra abogados.
Hasta aquí llego, aun sin decirlo todo. Me voy a mi estado de insomnio cuando la madrugada se hace tímido canto de pájaros. Es que cuando el cuerpo está triste, el corazón languidece. Albert Camus, “La caída”.
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