
En medio del frío invierno que envuelve a La Araucanía, la sabiduría ancestral del pueblo mapuche continúa latiendo con fuerza, transmitiéndose de generación en generación a través de sus prácticas, creencias y profundo respeto por la naturaleza. La cosmovisión mapuche, más que una visión del mundo, es una forma de habitarlo, de comprender el equilibrio entre lo espiritual, lo natural y lo humano.
Para el pueblo mapuche, la tierra —la Ñuke Mapu— no es solo un recurso, sino una madre sagrada que da vida y a la que se debe cuidar y agradecer. El equilibrio con ella se mantiene a través de rituales, ceremonias y una relación permanente de reciprocidad. Esta concepción se refleja en prácticas como el Nguillatun, ceremonia comunitaria de agradecimiento y petición de buenos tiempos, y en el respeto a los espíritus protectores de los ríos, montañas y bosques.
La cosmovisión mapuche también se expresa en su idioma, el mapuzungun, donde las palabras no solo nombran objetos, sino que contienen significados espirituales y filosóficos. Por ejemplo, “Itrofill Mongen”, que significa “la totalidad de la vida”, resume su comprensión del mundo como una red interconectada en la que todo —humanos, animales, plantas y elementos— tiene un rol esencial.
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